PAPELES ASUSTADOS.
Papeles asustados
A la niña
doy a rayar estos papeles
para que se entretenga
y deje de soñar mentiras.
Versada la niña en ensuciar paredes
pinta todos los días con tiza sus verdades.
Arreglo sus cabellos con cinta de colores
y le entrego un cuaderno a doble espacio.
-nadie le culpe por las cosas
que su alfabeto canta-.
A la niña no le importa el mundo entero,
se alza de hombros y dice:
„lo rayaré mañana“.
Dulcinea
Sin un beso que llevarme a la boca
- ¿hay algo más dramático?-
el lápiz se hace carne y habita en el insomnio.
Llama llama a la llama.
discierne la presencia del mar en los rincones.
Lápiz espuma: revienta, salta.
Ruedan olas y luciérnagas por la tierra convertida
en una gota de agua.
Lápiz prismático conque observó El Principito
las galaxias
y Dulcinea escribió
largas cartas al Toboso de sus lágrimas.
También El Lago de los Cisnes -un rubio marinero-
dejó su cargamento en mis pestañas.
Lápiz,
coñac desesperado
tu dura madera me hace creer en barcos.
Talleristas vs. Poesía
Conspiran contra ti en sus talleres
becqueriana discordia de un mal alucinado,
filigrana que de la nada llegas
a Consolar al triste,
a compartir tu pan con el cansado.
Jamás a tus balcones irán las golondrinas.
Partió Dávila Andrade con Su fakir a cuestas.
Un refugio de espumas te socavó Alfonsina.
Nunca más Nazin Hikmet, Darío ni Machado.
Las Rubaiatas, Khayyam se las bebió de un vuelo.
Poesía:
retumbo sin final. Dios en pedazos.
A mis dedos en flor lanza Vallejo
la suerte de sus dados.
ALFONSO BAQUERIZO PEÑAHERRERA.
Sonatinas
I
¿Anhelas ver el hosco misterio que me enturbia?
Pues, sube a mí luciendo silencio y paz de claustro.
Aunque si no has soñado más que cosas posibles,
bien poco ha de valerte despetalar lo abstracto.
Yo soy un cielo trágico oscuro a lente y sonda.
No intentes entenderme... no quiero hacerte daño.
¡Mejor rimemos la hora con la ignara inocencia,
igual que el angelito guardián de nuestros pasos!
II
Llevo abiertas las llagas del dolor cotidiano,
difundiendo ese verso sembrador de acritudes,
como aquel loco hereje que al gustar lo malsano
fue arrojando sofismos que estrangulan virtudes.
Y zozobro en parajes donde el crápula impera,
desahuciado por todos y escribiendo congojas:
pues allá en el Averno -- donde nadie me espera --
mi difunta esperanza yergue su árbol sin hojas!
Alfonso Baquerizo Peñaherrera
guayaquileño.
MARÍA ANTONIETA HUMERES.
¿Anhelas ver el hosco misterio que me enturbia?
Pues, sube a mí luciendo silencio y paz de claustro.
Aunque si no has soñado más que cosas posibles,
bien poco ha de valerte despetalar lo abstracto.
Yo soy un cielo trágico oscuro a lente y sonda.
No intentes entenderme... no quiero hacerte daño.
¡Mejor rimemos la hora con la ignara inocencia,
igual que el angelito guardián de nuestros pasos!
II
Llevo abiertas las llagas del dolor cotidiano,
difundiendo ese verso sembrador de acritudes,
como aquel loco hereje que al gustar lo malsano
fue arrojando sofismos que estrangulan virtudes.
Y zozobro en parajes donde el crápula impera,
desahuciado por todos y escribiendo congojas:
pues allá en el Averno -- donde nadie me espera --
mi difunta esperanza yergue su árbol sin hojas!
Alfonso Baquerizo Peñaherrera
guayaquileño.
MARÍA ANTONIETA HUMERES.
Población de atardeceres
Nocturno
El día muere en sudarios que cien amapolas tejen;
en lucha sin fuerzas contra la añoranza
revivo esta tarde mil atardeceres.
Gusanos de luces de pupila tenue,
lanzan las estrellas su viejo mensaje;
una canción nace.
Guitarras azules, surgidas del viento,
las hojas confunden mi acento
y te llaman.
No vengas. No turba mi sueño pasado.
La noche, llorando su sombra en las ramas,
traspasó mi alforja y la dejó vacía.
No tengo recuerdos, tan sólo esperanzas.
No vengas, no vengas. Mi voz no ha llamado.
La noche y la angustia tal vez son las mismas
pero yo he cambiado.
Un canto sencillo
¡Déjame libre el corazón, bien mío!
Quisiera sentirme en esta primavera
libre como el ave
y alcanzar el cielo con el pecho lleno
de ansias jugueteantes.
Si miro hacia el lago,
espejo tranquilo,
presiento tus ojos bajo el agua quieta,
buscando los míos.
Al llegar la brisa, con su aliento tibio
me trae tus besos
y al entrar al río,
son tus manos suaves vestidos de espuma
que juegan conmigo.
¡Déjame volar!
¡Déjame volar, bien mío!
Hoy me has dejado sola
y he volado hacia el viento
con mis alas de ave,
el corazón vacío.
Y era aire la brisa que besó mi rostro
y el lago era ciego y era ajeno el río.
¡No quiero volar libre!
¡Átame al amor, bien mío!
Porque me llamo mujer
Para aplacar tu sed haré mi sangre vino
y mi silencio verso
para servir de antorcha a tu esperanza.
Si se cansó tu cuerpo soy silencio.
Si tienes sed de amor
abro mi pecho al sol para ser fuego
y para encenderte el pecho me haga llama.
Si me quieres liviana soy espuma;
si me quieres alta soy montaña.
Y porque soy mujer soy fuego y vino
y soy silencio y verso
y soy montaña.
Y porque soy mujer soy todo y nada.
ENRÍQUE NOBOA ARIZAGA.
Diario de la soledad intempestiva
Ganador del Ismael Pérez Pazmiño de 1963
Inicial
Presencia y símbolo
Tú estás en la esmeralda. de la selva fragante,
en los acantilados del espejo marino;
tú tienes, de sus olas, su ensueño delirante
y das a las gaviotas su vuelo femenino.
Jornada primera
El amanecer y la mañana
Las 4 a. m.
Hoy hallo el corazón en brisa leve,
para nombrarte, Amor, de amor rendido,
latido desde el sueno presentido,
deja tu dardo azul sobre la nieve.
Afligido en amor, haz que me lleve
tu pálido rosal de amor perdido,
el árbol, bajo el cielo, que ha sufrido
la mejilla del llanto cuando llueve.
Herido de la eterna pesadumbre,
abierto en el costado por tu lumbre,
la mano en sangre por amor llagada;
traigo la espiga del ausente grito,
desde el verde madero donde habito,
con mi roja caricia enamorada.
Las 5 a. m.
Ingenua como el alma de la brisa,
perfumada en la rosa mas amada,
cierta como la paz siempre sonada,
abierta en flor, en música y sonrisa.
Imagen del amor que se precisa,
límpida como lámpara sagrada,
milagrosa de amor, fuente sellada,
en el claro jardín de tu sonrisa.
Dorada por el sol tu cabellera.
Tú misma en alto sol de primavera,
imagen de mi amor, flor de mi huerto.
Íntima de mi ser: te transfigura
la dulzura de tu alba y tu ternura
sobre el humano corazón ya muerto.
Las 6 a. m.
Liviana como el ala que me toca
el corazón, en el liviano paso
de mi sangre en tu sangre. Como un vaso
que, infinito de amor, llega a mi boca.
Esa mi misma boca que te invoca
cuando, en la ciega noche, me traspaso
con la flecha que viene de tu brazo
y, liviana en el aire, me, provoca.
Liviana como el aire, me conmueve
tu desnudez tan límpida y tan leve,
tan nocturna de amor como un suspiro.
Promesa: suave pan sobre mi mesa,
cuando sientes mi aliento que te besa,
yo, desde el fondo de mi amor, te miro.
Las 7 a. m.
Tuya mi sed, mi angustia, mi tormenta,
tuya mi ardiente noche desvelada,
tuya mi ancla de amor enamorada
y mi vino de amor que me sustenta.
Tuya 1a hora de ardor, que me consienta
poner tu corazón en mi callada
sombra sin sol, en lumbre violada
por desiertos destinos en afrenta.
Tuya mi mano al corazón doliente,
mi pasado de amor sobre tu frente
y el cielo de tus ojos en mis ojos.
Tuya, por fin, Mujer, mi Poesía,
mi voz, con una azul melancolía,
en el refugio de tus labios rojos.
Las 8 a. m.
Porque en la verde noche estoy amando,
ebrio de verde miel en la mirada,
mantienes la ternura sepultada
en las cosas de amor que estoy hablando.
Porque las ciegas manos, desatando
los finos hilos de la trenza amada,
sorprenden en tu frente una callada
niña de roja sangre, delirando:
ponme un río de luz en la cabeza,
la lámpara de azul en la tristeza,
junto a la piedra donde crece el llanto
porque de sólo hoy, y en la terneza
de amarte con amor, tengo pereza
de que te quiera como quiero tanto.
Jornada segunda
El mediodía
Las 12 m.
En mi mano, amándote y sintiéndote,
como la fruta que a la mano llega;
como esta luz profunda que me ciega,
cuando mi corazón vibra teniéndote.
Este mi sueño en el que voy hundiéndote,
con el sueño propicio de tu entrega;
este querer que a tu querer se llega,
y de tanto querer, muere queriéndote.
Anhelo de anhelar: Tú, mi armonía,
mi alegre conocer de tu alegría
en la mano que siente tu ternura.
Mi corazón en paz. Tú, mi palabra,
que cerca de tu oído es tu palabra:
¡mi pura luz en lámpara tan pura!...
La 1 p. m.
Guardé memoria de este fuego que arde
en la orilla abismal de tus ojeras,
cuando sienta la hora en que me mueras
adentro el corazón. Memoria guarde
del conmovido espejo en que me miras,
del nocturno camino en que me esperas,
de los vientos dorados de las eras,
donde, al caer la tarde, me suspiras.
Transparentes de amor, en mi cabeza,
reflejarán su amor y mi tristeza
las puras manos que me amaron tanto;
memoria de la brisa en tu vestido,
de tu nombre en la cárcel de mi oído,
cuando, en la noche, me refresque el llanto.
Las 2 p. m.
Melancólicamente, como el día
en que, juntos, guardamos el anhelo
de mirar en la lámpara del cielo
el reflejo final de tu alegría.
Entonces fuiste solamente mía,
en la blancura fiel de tu pañuelo
que dejaste en mis manos, como un velo,
lleno de fe, de amor, de poesía...
Entonces mía, junto al mar que canta.
Sobre la tierna arena conmovida,
dejaste la frescura de tu planta;
y sobre el corazón que has dolorido,
la huella de tu mano, tan querida,
y este enorme dolor que te he sufrido.
Las 3 p. m.
Junto a tu corazón que me ilumina
en este obscuro caminar errante,
viajero de un ensueño delirante
en tu mundo de paz que se adivina.
Viajero en luz y en música divina,
en esta lengua mía, ardida amante,
te entrego mi palabra suplicante,
enclavada en la voz, como una espina.
Quiero la vida que en tu ser se vive,
el ámbito de paz que circunscribe
la frontera radiante de tu cuerpo;
el río que en su canto te saluda
y, al desbordarse sobre ti, desnuda
la catarata ardiente de tu cuerpo.
Las 4 p. m.
El día en que definas mi tristeza,
el día en que conozcas mi secreto,
las rosas y los lirios de tu huerto,
pensativos, irán a tu cabeza.
Y a nadie extrañará, que en tu sorpresa,
sobre mi ardiente corazón ya muerto,
los lirios y las rosas de mi huerto,
doloridos, estén en tu cabeza.
Y ese día será. Yo lo presiento.
Será cerca de ti mi pensamiento,
como la piedra al filo de la fuente.
Entonces... ah, sí entonces te dijera
que he de vivir en ti, ¡como si fuera
la gota de sudor que hay en tu frente!
Jornada Tercera
La noche y el sueño
Las 8 p. m.
Tú fuiste, Desamor, mi aliento triste,
mi música en desnuda llamarada,
mi sangre en soledad, ensangrentada,
en el vaso de olvido que me diste.
Estrella que en silencio se desviste
para la noche azul de tu mirada,
palabra en mi silencio, abandonada
en la hora del amor que me quisiste.
Hoy la desnuda soledad comparte
estos versos de amor que quiero enviarte
en la callada noche de tu olvido.
Por todo el corazón en desconsuelo,
perdido en las espigas de tu pelo,
de amor, en desamor, estremecido.
Las 9 p. m.
Déjame vuestras manos en la herida
que ha siglos me naciera, desolada;
vuestros ojos de mar, en la asombrada
noche que el corazón halla perdida.
Amamde en la piedad de la querida
hora por vuestro amor iluminada,
por la verde promesa ya olvidada
y por el cielo azul de vuestra vida.
Que de mucho esperar estoy cansado
y que, del todo amar, enamorado
de vuestros ojos en serena orilla,
voy, triste, a recordar vuestra mirada,
vuestros ojos que ayer, en la alborada
de mi campo de amor, fueran semilla.
Las 10 p. m.
La su estrella en la frente. La su ardiente
rosa desaparecida en el ocaso. .
¿Por qué, flecha de amor, tiende su brazo,
si soy, por su impiedad" varón gimiente?
Agua de soledad, agua inclemente,
dióle a mi corazón en el su vaso:
allende fui marino del fracaso;
aquende, en otro mar, igual ausente.
Mi vocación de náufrago constante
tiene su cardinal cartografía
en la playa desértica y distante.
Y al soportar su atroz geografía,
la rosa de los vientos, claudicante,
desmáyase de olvido en la bahía.
Las 11 p. m.
Esta cara es la cara desolada
que hundió su soledad en el espejo;
este es el ojo que miró, perplejo,
mi naufragio de sueños y de nada.
Esta vieja palmera abandonada,
este inútil y viejo catalejo,
es todo lo que tengo y lo que dejo
en la playa mortal de la ensenada.
Mi naufragio de barca apolillada,
con su carga de heridas y de escombro,
imagen es de mi alma masacrada;
y no puedo escaparme del asombro
de mirar cómo, por mi nave anclada,
una estrella del mar dormita en tu hombro.
Las 12 p. m.
La sombra aquí. La sombra olvidadora
de aquesta soledad intempestiva.
La llama de la frente evocativa,
cayendo en soledad, hora tras hora.
Aquí la noche que en el ojo mora.
La mano sobre el pecho, ala cautiva
de la otra mano -la derecha escriba-
que trazara mi urgencia y tu demora.
Quince son los momentos del diario
de estas 15 horas, que en el sonetario
de intempestiva soledad, convido:
voy a dormir. El sueno vuelve. Espero
que, esta vez, la mañana y su velero
me conduzca a las aguas del olvido.
Enrique Noboa Arízaga
cañarense; 1921 - 2002.
JESÚS MARÍA ANDRADE.
Inicial
Presencia y símbolo
Tú estás en la esmeralda. de la selva fragante,
en los acantilados del espejo marino;
tú tienes, de sus olas, su ensueño delirante
y das a las gaviotas su vuelo femenino.
Jornada primera
El amanecer y la mañana
Las 4 a. m.
Hoy hallo el corazón en brisa leve,
para nombrarte, Amor, de amor rendido,
latido desde el sueno presentido,
deja tu dardo azul sobre la nieve.
Afligido en amor, haz que me lleve
tu pálido rosal de amor perdido,
el árbol, bajo el cielo, que ha sufrido
la mejilla del llanto cuando llueve.
Herido de la eterna pesadumbre,
abierto en el costado por tu lumbre,
la mano en sangre por amor llagada;
traigo la espiga del ausente grito,
desde el verde madero donde habito,
con mi roja caricia enamorada.
Las 5 a. m.
Ingenua como el alma de la brisa,
perfumada en la rosa mas amada,
cierta como la paz siempre sonada,
abierta en flor, en música y sonrisa.
Imagen del amor que se precisa,
límpida como lámpara sagrada,
milagrosa de amor, fuente sellada,
en el claro jardín de tu sonrisa.
Dorada por el sol tu cabellera.
Tú misma en alto sol de primavera,
imagen de mi amor, flor de mi huerto.
Íntima de mi ser: te transfigura
la dulzura de tu alba y tu ternura
sobre el humano corazón ya muerto.
Las 6 a. m.
Liviana como el ala que me toca
el corazón, en el liviano paso
de mi sangre en tu sangre. Como un vaso
que, infinito de amor, llega a mi boca.
Esa mi misma boca que te invoca
cuando, en la ciega noche, me traspaso
con la flecha que viene de tu brazo
y, liviana en el aire, me, provoca.
Liviana como el aire, me conmueve
tu desnudez tan límpida y tan leve,
tan nocturna de amor como un suspiro.
Promesa: suave pan sobre mi mesa,
cuando sientes mi aliento que te besa,
yo, desde el fondo de mi amor, te miro.
Las 7 a. m.
Tuya mi sed, mi angustia, mi tormenta,
tuya mi ardiente noche desvelada,
tuya mi ancla de amor enamorada
y mi vino de amor que me sustenta.
Tuya 1a hora de ardor, que me consienta
poner tu corazón en mi callada
sombra sin sol, en lumbre violada
por desiertos destinos en afrenta.
Tuya mi mano al corazón doliente,
mi pasado de amor sobre tu frente
y el cielo de tus ojos en mis ojos.
Tuya, por fin, Mujer, mi Poesía,
mi voz, con una azul melancolía,
en el refugio de tus labios rojos.
Las 8 a. m.
Porque en la verde noche estoy amando,
ebrio de verde miel en la mirada,
mantienes la ternura sepultada
en las cosas de amor que estoy hablando.
Porque las ciegas manos, desatando
los finos hilos de la trenza amada,
sorprenden en tu frente una callada
niña de roja sangre, delirando:
ponme un río de luz en la cabeza,
la lámpara de azul en la tristeza,
junto a la piedra donde crece el llanto
porque de sólo hoy, y en la terneza
de amarte con amor, tengo pereza
de que te quiera como quiero tanto.
Jornada segunda
El mediodía
Las 12 m.
En mi mano, amándote y sintiéndote,
como la fruta que a la mano llega;
como esta luz profunda que me ciega,
cuando mi corazón vibra teniéndote.
Este mi sueño en el que voy hundiéndote,
con el sueño propicio de tu entrega;
este querer que a tu querer se llega,
y de tanto querer, muere queriéndote.
Anhelo de anhelar: Tú, mi armonía,
mi alegre conocer de tu alegría
en la mano que siente tu ternura.
Mi corazón en paz. Tú, mi palabra,
que cerca de tu oído es tu palabra:
¡mi pura luz en lámpara tan pura!...
La 1 p. m.
Guardé memoria de este fuego que arde
en la orilla abismal de tus ojeras,
cuando sienta la hora en que me mueras
adentro el corazón. Memoria guarde
del conmovido espejo en que me miras,
del nocturno camino en que me esperas,
de los vientos dorados de las eras,
donde, al caer la tarde, me suspiras.
Transparentes de amor, en mi cabeza,
reflejarán su amor y mi tristeza
las puras manos que me amaron tanto;
memoria de la brisa en tu vestido,
de tu nombre en la cárcel de mi oído,
cuando, en la noche, me refresque el llanto.
Las 2 p. m.
Melancólicamente, como el día
en que, juntos, guardamos el anhelo
de mirar en la lámpara del cielo
el reflejo final de tu alegría.
Entonces fuiste solamente mía,
en la blancura fiel de tu pañuelo
que dejaste en mis manos, como un velo,
lleno de fe, de amor, de poesía...
Entonces mía, junto al mar que canta.
Sobre la tierna arena conmovida,
dejaste la frescura de tu planta;
y sobre el corazón que has dolorido,
la huella de tu mano, tan querida,
y este enorme dolor que te he sufrido.
Las 3 p. m.
Junto a tu corazón que me ilumina
en este obscuro caminar errante,
viajero de un ensueño delirante
en tu mundo de paz que se adivina.
Viajero en luz y en música divina,
en esta lengua mía, ardida amante,
te entrego mi palabra suplicante,
enclavada en la voz, como una espina.
Quiero la vida que en tu ser se vive,
el ámbito de paz que circunscribe
la frontera radiante de tu cuerpo;
el río que en su canto te saluda
y, al desbordarse sobre ti, desnuda
la catarata ardiente de tu cuerpo.
Las 4 p. m.
El día en que definas mi tristeza,
el día en que conozcas mi secreto,
las rosas y los lirios de tu huerto,
pensativos, irán a tu cabeza.
Y a nadie extrañará, que en tu sorpresa,
sobre mi ardiente corazón ya muerto,
los lirios y las rosas de mi huerto,
doloridos, estén en tu cabeza.
Y ese día será. Yo lo presiento.
Será cerca de ti mi pensamiento,
como la piedra al filo de la fuente.
Entonces... ah, sí entonces te dijera
que he de vivir en ti, ¡como si fuera
la gota de sudor que hay en tu frente!
Jornada Tercera
La noche y el sueño
Las 8 p. m.
Tú fuiste, Desamor, mi aliento triste,
mi música en desnuda llamarada,
mi sangre en soledad, ensangrentada,
en el vaso de olvido que me diste.
Estrella que en silencio se desviste
para la noche azul de tu mirada,
palabra en mi silencio, abandonada
en la hora del amor que me quisiste.
Hoy la desnuda soledad comparte
estos versos de amor que quiero enviarte
en la callada noche de tu olvido.
Por todo el corazón en desconsuelo,
perdido en las espigas de tu pelo,
de amor, en desamor, estremecido.
Las 9 p. m.
Déjame vuestras manos en la herida
que ha siglos me naciera, desolada;
vuestros ojos de mar, en la asombrada
noche que el corazón halla perdida.
Amamde en la piedad de la querida
hora por vuestro amor iluminada,
por la verde promesa ya olvidada
y por el cielo azul de vuestra vida.
Que de mucho esperar estoy cansado
y que, del todo amar, enamorado
de vuestros ojos en serena orilla,
voy, triste, a recordar vuestra mirada,
vuestros ojos que ayer, en la alborada
de mi campo de amor, fueran semilla.
Las 10 p. m.
La su estrella en la frente. La su ardiente
rosa desaparecida en el ocaso. .
¿Por qué, flecha de amor, tiende su brazo,
si soy, por su impiedad" varón gimiente?
Agua de soledad, agua inclemente,
dióle a mi corazón en el su vaso:
allende fui marino del fracaso;
aquende, en otro mar, igual ausente.
Mi vocación de náufrago constante
tiene su cardinal cartografía
en la playa desértica y distante.
Y al soportar su atroz geografía,
la rosa de los vientos, claudicante,
desmáyase de olvido en la bahía.
Las 11 p. m.
Esta cara es la cara desolada
que hundió su soledad en el espejo;
este es el ojo que miró, perplejo,
mi naufragio de sueños y de nada.
Esta vieja palmera abandonada,
este inútil y viejo catalejo,
es todo lo que tengo y lo que dejo
en la playa mortal de la ensenada.
Mi naufragio de barca apolillada,
con su carga de heridas y de escombro,
imagen es de mi alma masacrada;
y no puedo escaparme del asombro
de mirar cómo, por mi nave anclada,
una estrella del mar dormita en tu hombro.
Las 12 p. m.
La sombra aquí. La sombra olvidadora
de aquesta soledad intempestiva.
La llama de la frente evocativa,
cayendo en soledad, hora tras hora.
Aquí la noche que en el ojo mora.
La mano sobre el pecho, ala cautiva
de la otra mano -la derecha escriba-
que trazara mi urgencia y tu demora.
Quince son los momentos del diario
de estas 15 horas, que en el sonetario
de intempestiva soledad, convido:
voy a dormir. El sueno vuelve. Espero
que, esta vez, la mañana y su velero
me conduzca a las aguas del olvido.
Enrique Noboa Arízaga
cañarense; 1921 - 2002.
JESÚS MARÍA ANDRADE.
Balsero
¡Sobre cuatro maderos que amarró con zapanes,
optimista el montuvio sigue el curso del río
conduciendo los frutos que con muchos afanes
cosechó en abundancia del pequeño plantío.
Obedece la balsa con sumisa presteza
al impulso preciso que su brazo le arranca
y el peligro que oculta la traidora revesa
es burlado a los golpes de la recia palanca.
Con mirada avizora que el peligro presiente,
pone en juego su esfuerzo que la lucha agiganta,
enfrentando sereno la corriente.
Y esbozando ese gesto de mortal desafío,
yergue el tronco desnudo que el sudor abrillanta,
como un dios victorioso sobre el dorso del río.
Jesús María Andrade Gutiérrez
¿manabita?
ANGEL EMILIO HIDALGO.
optimista el montuvio sigue el curso del río
conduciendo los frutos que con muchos afanes
cosechó en abundancia del pequeño plantío.
Obedece la balsa con sumisa presteza
al impulso preciso que su brazo le arranca
y el peligro que oculta la traidora revesa
es burlado a los golpes de la recia palanca.
Con mirada avizora que el peligro presiente,
pone en juego su esfuerzo que la lucha agiganta,
enfrentando sereno la corriente.
Y esbozando ese gesto de mortal desafío,
yergue el tronco desnudo que el sudor abrillanta,
como un dios victorioso sobre el dorso del río.
Jesús María Andrade Gutiérrez
¿manabita?
ANGEL EMILIO HIDALGO.
Beberás de estas aguas
A mi abuela,
a su memoria
Tu voluntad avanza como una ola
donde todos los días acaban por ahogarse.
-Rainer Maria Rilke.
Arenas movedizas
La creación es un circuito
Todo volverá al mismo lugar donde vino
renacerá de nuevo
y empezará a levantarse desde el primer
momento.
Los mismos mundos, bajo
diversas apariencias
emergerán de la luz y las tinieblas.
Los viejos/nuevos habitantes del planeta
se repartirán la frustración de no poder pisar las dos orillas
a la vez.
***
Vi como las palabras se desvanecían
una tras otra hacia su origen.
Examiné tiempos, nudos, volúmenes
huérfanos de odios y de escombros.
Todo descansaba
acostumbrado inutilmente a ser memoria.
No había tiempo para recoger a Dios.
***
Mis palabras han caído.
Quizás sólo sean ángeles de un tiempo inconcebible
imágenes
de un alucinar sin voz.
Imprudentes emisarias del silencio.
***
Escupo el mar:
ansiado verbo que incorpora
mis manos silenciosas
hacia mi otra edad de alucinados pájaros
que lejanos desafían
mis nocturnos hábitos de vuelo.
Ha nacido para curar soles obscenos.
Ávida de nubes que derraman su vergüenza
la oscuridad es más cierta que aquel as de espadas
que ciega como ignora
mi soledad
El tiempo en círculos concéntricos
derrama su licor
y un alivio de noche escapa entre los rescoldos del relámpago.
Fiel a mí tu nombre como una maldición:
Poesía.
***
Sus manos llevan un acorde antiguo
una prisa lenta que conforta
que me habla del lugar de donde viene.
Escurridiza a veces, observa lejos
agazapada en el follaje
pero está ahí
deslumbrante
en su conmovedora desnudez
libre
en la carencia de sus gestos,
Poesía:
después de todo, la eternidad existe...
***
Escucha el silencio del nogal fumando niebla
prestidigita sus crines que apuñalan
la tormenta.
La herida del volcán
la raíz de la savia compartida
ha derribado la estructura del demonio de los pájaros
y te ha visto humedecer
al amparo confidente de la lluvia
y desmemoriar el fuego que te ata.
Aquí
donde los estertores de la noche
te han puesto a salvo del aniquilamiento
siguen resonando los tambores de la luna
desde su guardia de roedor inalcanzable.
Goteando multitud de signos
a través de la rendija de habitaciones soñolientas
alfabetos que perdimos
proponen a ese mundo
que empieza y termina entre tus manos
un antiguo poema hecho de carne
todo acude a mi como un instante.
Como el sombrero del mago
es oscuro e infinito
el viaje que
me espera hacia tu centro
El cuero de la luna
una comilla que sostiene el auditorio.
En ese instante el tiempo se detiene y es un espectador más
aplaudiendo el número del día.
Ahora ya puedo recorrer
converso tan denodado sortilegio.
***
al avistarte desnuda caigo en cuenta
de que la noche de tus ojos
es un presagio inacabable.
Tú eres la ventana que junto al mar se posa
la escoba del viento
que barre la hojarasca.
No importa que las calles nos den caza
que tengamos que volver
sobre los aleros
a rescatar la sombra que el amor obliga.
Seguiremos navegando
hasta que Ícaro despierte en otro cuerpo
y se arrepienta
hasta que el amanecer
disponga en sueños
el último abordaje.
***
Empezamos a jugar:
tomo tu infancia y te recreo
entre el salto y te la caída
y la invariable decisión de retener
puntos de luz que oblicuos caen
desde la ventana hacia tu cuerpo.
La escalera nos conduce hacia el abismo
las cartas han sido echadas
fingiendo caos...
todas llevan el estigma del azar
por eso se eliminan bruscamente.
Mundos vi caer
en una mano de baraja
mas nunca desmayé
en el arte de ir tejiendo mutaciones.
Obtuve de ti
el perdón de mis bondades.
Carecí del silencio de las aguas
para callar cuando hace falta.
Las líneas de mi mano ya me condenaron a morir
en cada sobriedad.
***
Sucumben labios como arenas movedizas.
Las flores, acribilladas de rocío
reconcentran su color
cuando la tierra, ennegrecida, vuela.
El mar tiende a tenderse:
la austeridad de tus hombros
se somete a mis modales.
En lides cotidianas de acrobacia
la huella del incienso nos conduce hacia ciudades sumergidas
donde por fin levantamos
de entre los escombros
una nación ardiente entre los dos.
***
El tiempo crecía como el mar
ajeno a nuestro encuentro.
Las orugas del sueño tejían sus temores. ¿Recuerdas?, mi acontecer era largo
como gemido de blues
y tú te entretenías surcándome en silencio.
Hoy que entro a este bar
y siento un murmullo de estrépito
que no es el de la cerveza retorciéndose en el vaso
sino tu llegada como naufraga
a mis playas; logro convencerme de que nunca pudimos guarecernos del amor.
***
Debes saber:
la luna es mansa en los portales
se alarga hacia tu sombra
y te rodea.
Sigue las huellas que dejaste
en otra voz
en otro tiempo
en otro verso.
Olfatea espacios
y se apropia de la noche.
En la noche los árboles son llamas.
Por eso calcinan nuestros cuerpos.
***
Sumpa.
La tierra resbala nuestro encuentro.
En mis manos
no cabía la desnudez de tanto espacio
rubricado por el mar.
Entonces, millares de cuerpos se poblaron
del recuerdo de una noche interminable.
***
Ella me mira las manos
escruta instintos extraviados
leyendas que sostienen sus indicios.
El silencio es insultante
hay demasiada razón para callar
-dicen los rostros-
Por eso vigilan mi presencia
y me acusan
de no pisar con lógica al asfalto.
Paradero - sin nombre.
Ella se separa de su ruta
invitándome a escapar
de la foto b/n.
***
A Carmen Teresa Avilés
Invierno.
La aspereza cubre la transparencia de la hierba.
En cámara lenta pasan las ciudades.
El viento se mueve torpemente
como un principiante en el amor.
Pero tú no necesitas llamar a la ventana
para asegurarte
un destierro decoroso.
*** 49,51, 53, 54
Dime, ¿Para qué estas vestiduras
este ropaje antiguo como frontera inútil
que nos aparta bruscamente del lenguaje?
Al asombro del mar
una ciudad líquida nos llama
Los cuerpos nos reciben
refulgentes como conchas en la arena.
La espuma es la saliva de los dioses.
En ella esculpiré la última distancia.
Las ciudades de los andes
envejecerán de espanto y niebla
mas, la nueva humanidad ecuatorial
emergerá del mar.
***
Las aves
nunca terminan de estrellarse contra el cielo.
El sol queda tatuado
en puentes y ventanas.
La desnudez de la ciudad se cubre un luto...
Entro y salgo del poema
lo mismo que de ti.
***
Deja que la luna resbale
pálida desde tu nuca
como un presentimiento.
Mis manos esparcirán su luz sobre la tierra.
El sendero de la humedad está trazado.
Sin dubitaciones
me reflejé en tu espalda y desearé atravesar
con vocación de vértigo
el surco ineludible de tu astro.
Línea tras línea
mis dedos escribirán
el aguacero de tu piel
***
Heredo de la noche
la claridad exhausta de tus manos.
He querido transgredirte con caricias
escogidas
que a cada instante
te harán mudar de piel como la mar.
¿Dónde sino aquí! ¡La permanencia del instante? 63
***
Huyen los caballos de la noche
una lanza de la luz rompe las filas
la infantería de la sombra
desprende al contendor en retirada.
Todos héroes que soñaste
esconden su armamento
en algún lejano vientre.
Un nuevo grito de agonía les hará volver.
Seguramente la guerra durará más de un millón de amaneceres. 65
*** 67
Me retiro del lugar de las palabras
como la oscuridad del ventanal que se desviste.
Hemos inventado el desencuentro
que jamás existirá.
Detrás de la tinta que cojea
queda el designio de fungir
igual que el tiempo
de eterno hacedor de soledades.
Como la vida se adelanta a la locura
una velada suerte de abstinencia
me impide terminar este poema... 69
***
Te diré que bebo de tu huella
desde la pendiente de los aparejos.
Que el deseo de izar velas
en tu nombre
se lo debo a la nostalgia.
¿Cómo no hendir de sal los pechos
cuando tu aroma silba las arenas de mi piel
Esta costumbre de diluir la tarde
en el océano de tu boca
la conocí siempre. 71
*** 73
Desde mi paciencia aguardo
el muro inexpugnable de tus ojos.
Yo no llevo salteadores de caminos
en mis células
ni oscuros navegantes
que inventar nudos de mareas
en su furor de costas.
El puerto sitiado sitia
y la peste del deseo
quiere ver la muerte saciada en el abrazo.
Entonces
practico el hábito del tiempo
en el espacio
deshojar calendarios en tu piel.
*** 75, 77, 79, 80, 81
Muy cerca de ti la luz descansa
encuentra un sitio
para detener instantes.
En ti
rumores de otros siglos desembocan.
En tu cabellera huelo alisios
y me aproximo a las profundidades...
Basta, no quiero escribir más.
Temo revelar
el secreto de las cosas.
a su memoria
Tu voluntad avanza como una ola
donde todos los días acaban por ahogarse.
-Rainer Maria Rilke.
Arenas movedizas
La creación es un circuito
Todo volverá al mismo lugar donde vino
renacerá de nuevo
y empezará a levantarse desde el primer
momento.
Los mismos mundos, bajo
diversas apariencias
emergerán de la luz y las tinieblas.
Los viejos/nuevos habitantes del planeta
se repartirán la frustración de no poder pisar las dos orillas
a la vez.
***
Vi como las palabras se desvanecían
una tras otra hacia su origen.
Examiné tiempos, nudos, volúmenes
huérfanos de odios y de escombros.
Todo descansaba
acostumbrado inutilmente a ser memoria.
No había tiempo para recoger a Dios.
***
Mis palabras han caído.
Quizás sólo sean ángeles de un tiempo inconcebible
imágenes
de un alucinar sin voz.
Imprudentes emisarias del silencio.
***
Escupo el mar:
ansiado verbo que incorpora
mis manos silenciosas
hacia mi otra edad de alucinados pájaros
que lejanos desafían
mis nocturnos hábitos de vuelo.
Ha nacido para curar soles obscenos.
Ávida de nubes que derraman su vergüenza
la oscuridad es más cierta que aquel as de espadas
que ciega como ignora
mi soledad
El tiempo en círculos concéntricos
derrama su licor
y un alivio de noche escapa entre los rescoldos del relámpago.
Fiel a mí tu nombre como una maldición:
Poesía.
***
Sus manos llevan un acorde antiguo
una prisa lenta que conforta
que me habla del lugar de donde viene.
Escurridiza a veces, observa lejos
agazapada en el follaje
pero está ahí
deslumbrante
en su conmovedora desnudez
libre
en la carencia de sus gestos,
Poesía:
después de todo, la eternidad existe...
***
Escucha el silencio del nogal fumando niebla
prestidigita sus crines que apuñalan
la tormenta.
La herida del volcán
la raíz de la savia compartida
ha derribado la estructura del demonio de los pájaros
y te ha visto humedecer
al amparo confidente de la lluvia
y desmemoriar el fuego que te ata.
Aquí
donde los estertores de la noche
te han puesto a salvo del aniquilamiento
siguen resonando los tambores de la luna
desde su guardia de roedor inalcanzable.
Goteando multitud de signos
a través de la rendija de habitaciones soñolientas
alfabetos que perdimos
proponen a ese mundo
que empieza y termina entre tus manos
un antiguo poema hecho de carne
todo acude a mi como un instante.
***
La tierra apenas paladar de huesos
rumor de sudores incontables
palabras que se agitan
sobre la bruma de la humanidad.
Aquella
la ultima morada
de ese poeta de mirada fangosa
que incineraba frenético sus días
en la terca desnudez de una mujer.
Ahora ya no caben
deshilachados muros
mareas que a su paso rescataron
regiones olvidadas del instinto.
La cura del amor es el olvido
decía mi abuela, mientras
legiones de manglares crecían en su piel.
Con ella aprendí a detener instantes y a perpetuarlos en un té
cuando la sombra del molino
me invade los espacio
y empiezo a creer que ya no existo.
***
Hombre
Laberintos de sueños que envejece
mar
saliva de los dioses
Entre el hombre y el mar de mi poema
solo media
la playa de tu ausencia.
***
La muerte es pasajera.
Todo acude a mí como un instante.
En ti me reconstruyo...
Tu colmas en mi calma la habitación vacía.
La ciudad es un campo minado de estupor.
A las casa le salieron canas
y los días se retiran
tras el humo que exhalan las baldosas.
Una última escapará de las cenizas
y yo me detendré a pronunciar en alta voz
la algarabía de mi muerte.
Para entonces; habré rescatado a la ciudad
del olvido profundo de la tierra.
Otros ojos que sepan los mismos
leerán en una lengua muerta
una extraña inscripción que anunciará:
"La muerte es pasajera"
***
rumor de sudores incontables
palabras que se agitan
sobre la bruma de la humanidad.
Aquella
la ultima morada
de ese poeta de mirada fangosa
que incineraba frenético sus días
en la terca desnudez de una mujer.
Ahora ya no caben
deshilachados muros
mareas que a su paso rescataron
regiones olvidadas del instinto.
La cura del amor es el olvido
decía mi abuela, mientras
legiones de manglares crecían en su piel.
Con ella aprendí a detener instantes y a perpetuarlos en un té
cuando la sombra del molino
me invade los espacio
y empiezo a creer que ya no existo.
***
Hombre
Laberintos de sueños que envejece
mar
saliva de los dioses
Entre el hombre y el mar de mi poema
solo media
la playa de tu ausencia.
***
La muerte es pasajera.
Todo acude a mí como un instante.
En ti me reconstruyo...
Tu colmas en mi calma la habitación vacía.
La ciudad es un campo minado de estupor.
A las casa le salieron canas
y los días se retiran
tras el humo que exhalan las baldosas.
Una última escapará de las cenizas
y yo me detendré a pronunciar en alta voz
la algarabía de mi muerte.
Para entonces; habré rescatado a la ciudad
del olvido profundo de la tierra.
Otros ojos que sepan los mismos
leerán en una lengua muerta
una extraña inscripción que anunciará:
"La muerte es pasajera"
***
Como el sombrero del mago
es oscuro e infinito
el viaje que
me espera hacia tu centro
El cuero de la luna
una comilla que sostiene el auditorio.
En ese instante el tiempo se detiene y es un espectador más
aplaudiendo el número del día.
Ahora ya puedo recorrer
converso tan denodado sortilegio.
***
al avistarte desnuda caigo en cuenta
de que la noche de tus ojos
es un presagio inacabable.
Tú eres la ventana que junto al mar se posa
la escoba del viento
que barre la hojarasca.
No importa que las calles nos den caza
que tengamos que volver
sobre los aleros
a rescatar la sombra que el amor obliga.
Seguiremos navegando
hasta que Ícaro despierte en otro cuerpo
y se arrepienta
hasta que el amanecer
disponga en sueños
el último abordaje.
***
Empezamos a jugar:
tomo tu infancia y te recreo
entre el salto y te la caída
y la invariable decisión de retener
puntos de luz que oblicuos caen
desde la ventana hacia tu cuerpo.
La escalera nos conduce hacia el abismo
las cartas han sido echadas
fingiendo caos...
todas llevan el estigma del azar
por eso se eliminan bruscamente.
Mundos vi caer
en una mano de baraja
mas nunca desmayé
en el arte de ir tejiendo mutaciones.
Obtuve de ti
el perdón de mis bondades.
Carecí del silencio de las aguas
para callar cuando hace falta.
Las líneas de mi mano ya me condenaron a morir
en cada sobriedad.
***
Sucumben labios como arenas movedizas.
Las flores, acribilladas de rocío
reconcentran su color
cuando la tierra, ennegrecida, vuela.
El mar tiende a tenderse:
la austeridad de tus hombros
se somete a mis modales.
En lides cotidianas de acrobacia
la huella del incienso nos conduce hacia ciudades sumergidas
donde por fin levantamos
de entre los escombros
una nación ardiente entre los dos.
***
El tiempo crecía como el mar
ajeno a nuestro encuentro.
Las orugas del sueño tejían sus temores. ¿Recuerdas?, mi acontecer era largo
como gemido de blues
y tú te entretenías surcándome en silencio.
Hoy que entro a este bar
y siento un murmullo de estrépito
que no es el de la cerveza retorciéndose en el vaso
sino tu llegada como naufraga
a mis playas; logro convencerme de que nunca pudimos guarecernos del amor.
***
Debes saber:
la luna es mansa en los portales
se alarga hacia tu sombra
y te rodea.
Sigue las huellas que dejaste
en otra voz
en otro tiempo
en otro verso.
Olfatea espacios
y se apropia de la noche.
En la noche los árboles son llamas.
Por eso calcinan nuestros cuerpos.
***
Sumpa.
La tierra resbala nuestro encuentro.
En mis manos
no cabía la desnudez de tanto espacio
rubricado por el mar.
Entonces, millares de cuerpos se poblaron
del recuerdo de una noche interminable.
***
Ella me mira las manos
escruta instintos extraviados
leyendas que sostienen sus indicios.
El silencio es insultante
hay demasiada razón para callar
-dicen los rostros-
Por eso vigilan mi presencia
y me acusan
de no pisar con lógica al asfalto.
Paradero - sin nombre.
Ella se separa de su ruta
invitándome a escapar
de la foto b/n.
***
A Carmen Teresa Avilés
Invierno.
La aspereza cubre la transparencia de la hierba.
En cámara lenta pasan las ciudades.
El viento se mueve torpemente
como un principiante en el amor.
Pero tú no necesitas llamar a la ventana
para asegurarte
un destierro decoroso.
*** 49,51, 53, 54
Dime, ¿Para qué estas vestiduras
este ropaje antiguo como frontera inútil
que nos aparta bruscamente del lenguaje?
Al asombro del mar
una ciudad líquida nos llama
Los cuerpos nos reciben
refulgentes como conchas en la arena.
La espuma es la saliva de los dioses.
En ella esculpiré la última distancia.
Las ciudades de los andes
envejecerán de espanto y niebla
mas, la nueva humanidad ecuatorial
emergerá del mar.
***
Las aves
nunca terminan de estrellarse contra el cielo.
El sol queda tatuado
en puentes y ventanas.
La desnudez de la ciudad se cubre un luto...
Entro y salgo del poema
lo mismo que de ti.
***
Deja que la luna resbale
pálida desde tu nuca
como un presentimiento.
Mis manos esparcirán su luz sobre la tierra.
El sendero de la humedad está trazado.
Sin dubitaciones
me reflejé en tu espalda y desearé atravesar
con vocación de vértigo
el surco ineludible de tu astro.
Línea tras línea
mis dedos escribirán
el aguacero de tu piel
***
Heredo de la noche
la claridad exhausta de tus manos.
He querido transgredirte con caricias
escogidas
que a cada instante
te harán mudar de piel como la mar.
¿Dónde sino aquí! ¡La permanencia del instante? 63
***
Huyen los caballos de la noche
una lanza de la luz rompe las filas
la infantería de la sombra
desprende al contendor en retirada.
Todos héroes que soñaste
esconden su armamento
en algún lejano vientre.
Un nuevo grito de agonía les hará volver.
Seguramente la guerra durará más de un millón de amaneceres. 65
*** 67
Me retiro del lugar de las palabras
como la oscuridad del ventanal que se desviste.
Hemos inventado el desencuentro
que jamás existirá.
Detrás de la tinta que cojea
queda el designio de fungir
igual que el tiempo
de eterno hacedor de soledades.
Como la vida se adelanta a la locura
una velada suerte de abstinencia
me impide terminar este poema... 69
***
Te diré que bebo de tu huella
desde la pendiente de los aparejos.
Que el deseo de izar velas
en tu nombre
se lo debo a la nostalgia.
¿Cómo no hendir de sal los pechos
cuando tu aroma silba las arenas de mi piel
Esta costumbre de diluir la tarde
en el océano de tu boca
la conocí siempre. 71
*** 73
Desde mi paciencia aguardo
el muro inexpugnable de tus ojos.
Yo no llevo salteadores de caminos
en mis células
ni oscuros navegantes
que inventar nudos de mareas
en su furor de costas.
El puerto sitiado sitia
y la peste del deseo
quiere ver la muerte saciada en el abrazo.
Entonces
practico el hábito del tiempo
en el espacio
deshojar calendarios en tu piel.
*** 75, 77, 79, 80, 81
Muy cerca de ti la luz descansa
encuentra un sitio
para detener instantes.
En ti
rumores de otros siglos desembocan.
En tu cabellera huelo alisios
y me aproximo a las profundidades...
Basta, no quiero escribir más.
Temo revelar
el secreto de las cosas.